lunes, 30 de mayo de 2011

El buen gusto

Tenía mucho hambre. José estaba solo en la habitación A 100 del hospital. Lo habían operado hacía una semana de adenoides. Hacía veinte días que su mamá se dio cuenta que algo le pasaba, cuando lo llamaba y él no respondía. Primero creyó que era muy desobediente pero luego lo escuchó atentamente y parecía que su voz salía por la nariz y no por la boca.  En vez de decir “no mamá”, decía “do mamá”; cuando llamaba a su perro Norberto, gritaba “mení Noveto”. Como no podía respirar por la nariz, cuando dormía lo hacía con la boca abierta y acomodó su colchón justo debajo de la gotera para que no se le secara la garganta.  Roncaba tanto que los vecinos, preocupados por los ruidos que no los dejaban dormir, llamaron por teléfono a la mamá enojadísimos. ¡Cómo podía ser que ella no se diera cuenta de los sonidos horrorosos que salían de su hijo! Asique por la mañana siguiente, la madre lo llevó a lo del Dr. Villada. Este lo revisó con mucho cuidado. Apoyaba el estetoscopio en su pecho y decía “a ver…. a ver….a ver…” mientras escuchaba un GRGRGRRFIÚ. El Dr. Corrió su silla con rueditas y metiendo la mano en una gran  caja blanca sacó un enorme rollo de papel para que José se sonara la nariz. Pero a José no le salía nada. Le dolían la cabeza, los oídos y los ojos. Lo peor de todo para él, es que no podía sentir el sabor de la comida.   “Dotor –decía- dotor… quiero comer leche condensada! Pero no tiene nada de gusto!”
Entonces el médico tomó el teléfono y reservó el quirófano para la operación. “Mañana resolveremos el problema, José.”
Pero hacía ya siete días de la operación y José  todavía no había sentido el sabor de la comida. Le habían llevado pollo, chocolates, guiso de lentejas, repollo, aceitunas y milanesas y ni siquiera las gotitas de limón podían devolverle el gusto. 
Hasta que apareció de visita, Lucía Bach, la hija mayor del jardinero de la casa de al lado. Tenía un paquetito en las manos.  “-Hola José, acá te traigo algo para que te cures. Te lo preparó mi papá con todas las flores del jardín”. Lucía le entrego el regalo y José sacó el papel que lo envolvía.
Era un frasquito que decía “Rescue Remedy” preparado con rosas y margaritas. Apenas probó unas gotitas, José comenzó a sentir de nuevo los sabores. Tenía que tomar cuatro gotas cada quince minutos.  Así fue que cuando la mamá llegó con una lata de leche condensada, la disfrutó más que nunca.
Todos los vecinos celebraron el regreso del buen gusto y de las flores de Bach.
Fin
 Por Lucía, Clemente y María y Sofía Ceballos y Spina.